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India es un país que no se olvida. Viajar a India es sumergirse en una tierra donde los contrastes y la diversidad conviven de manera única. A cada paso lo sientes, lo respiras y lo llevas en el alma para siempre.

Primeros pasos en Delhi Vieja

Mi primera foto en India la tomé en Delhi Vieja, caminando sin rumbo por los mercados de Chandni Chowk. Ahí estaban los colores brillantes, los rostros intensos, las miradas profundas. Aromas de especias que se mezclaban con el ruido de las bocinas, el caos vehicular, las vacas en la calle y las sonrisas. Todo en un solo lugar.

Era mi segundo día en India y sentía miles de emociones atropellándose. Entre la curiosidad, el asombro y la necesidad de fluir con la multitud, me invadía también la felicidad: ¡mi sueño de viajar a India se había hecho realidad!

El encuentro en Jama Masjid

Llegué a la gran mezquita Jama Masjid, imponente al final de la avenida. En sus escaleras, una escena me dejó inmóvil: una mujer con un sari de colores se acercó a otra que permanecía sentada bajo un chal. Con delicadeza, sacó agua, limpió su rostro y manos, le cambió la ropa y le ofreció comida con una ternura indescriptible.

Yo observaba en silencio, conmovida y casi sintiendo que invadía algo íntimo. Saqué mi cámara y tomé solo una foto, la única que guardo de ese instante.

Un acto de compasión que marca para siempre

Ese gesto de amor y compasión me atravesó. En medio del ruido y el caos de Delhi Vieja, fui testigo de algo puro y celestial. Una muestra de que en India, más allá de la pobreza o los contrastes, la humanidad se expresa en actos sencillos pero profundos.

Viajar a India es un viaje al corazón

Ese día entendí que viajar a India no es solo conocer monumentos o paisajes: es dejarse tocar por su gente, por escenas que llegan como una flecha al corazón. India me cautivó para siempre, y cada vez que vuelvo me recuerda que en lo humano y lo divino está el verdadero sentido de viajar.

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